Me he quedado pegada a la noche
como sus oscuros ojos de silencio
como sus eternas sombras negras.
A una fiera le brillan los ojos
entre la espesa niebla que oculta
mis estrellas.
Piedras que no ven el camino,
se agolpan torpes, sobre mis pies,
de barro fundido.
Anoche era noche cierta,
noche de frio que quema
la multitud,
mientas hiela la hierba.
Resquicios de luz,
se suicidan entre mis venas,
antes de llegar a mi pecho.
Vomita la oscuridad un grito
cernido entre sus manos.
Donde sobrevive la muerte.
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