Dime Granada
Dime Granada guapa,
qué le has mostrado al pintor
que ha roto sus pinturas
por no haber hallado el color
para pintar tanta hermosura.
Qué le has inspirado al poeta,
que no es capaz de encontrar verso
que describa tanto primor
que de tu embrujo está preso
y cautivo de tu albor.
Qué le has dado al viajero,
que tanto siente la despedida,
que se aleja llorando
con el alma partida
y la boca suspirando.
No hay belleza que se te compare,
no existe cuadro que se te iguale
ni poema que te describa,
no hay versos, no hay postales
ni tan amargas despedidas.
La culpa la tiene el duende
que camina por tus calles,
por tus plazas floreadas,
por tus sierras y tus valles,
por tu Alhambra encantada.
Que regala atardeceres
y preciosas alboradas,
que cautivan los sentidos
y hechizan las miradas
de los ojos aturdidos.
Dime Granada la mora,
si existe ciudad en el mundo
en la que lloren sus fuentes
con suspiros profundos
y sollozos dolientes.
Dime Granada mía,
si existen mujeres tan bellas
y crepúsculos maravillosos
que deslumbren a las estrellas
con los matices más hermosos.
La Alhambra vestida de oro
por los dedos invisibles del ocaso,
se asoma al valle de los suspiros
y la nítida noche de cielo raso
adormecerá con su magia los latidos.
La pálida luna pintará de plata
las aguas dormidas del Genil,
embriagará con los aromas la brisa leve,
a las angostas callejuelas del Albaicín,
a la sierra que abre sus alas de nieve.
(c) José Félix Megías González
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